No es suficiente con aprender idiomas, tocar algún instrumento o leer una buena cantidad de libros cada mes, para lograr tener un cerebro saludable, con buena memoria y/o que sea receptivo hacia el aprendizaje. Otro factores, tan importantes o más, serían el gestionar el estrés que nos rodea y disfrutar y llevar a cabo una relaciones sociales satisfactorias.
Y no podemos olvidarnos de algo fundamental, ya que desde tiempos muy remotos, sabemos (o eso dicen) de que somos lo que comemos; aunque en estos tiempos modernos, no podemos ocultar que los productos que adquirimos, casi siempre en los supermercados, no son tan sanos como aparentan. Y es que, debido a nuestra vida moderna, hoy en día el comer conlleva esfuerzo, porque los vegetales, frutas o aceites ya no son lo que eran.
Por ello, y para mantener la salud cerebral, hay que acudir en busca de suplementos nutricionales. Uno muy importante para nuestro cerebro es el omega-3, el cual y por ejemplo, su carencia está demostrado que acarrea durante el desarrollo de los fetos, con una pobre maduración cerebral y disfunciones neurocognitivas. Repetimos, que lo ideal sería aportar omega-3 desde nuestra alimentación, siempre y cuando esos alimentos provengan de cultivos orgánicos; por ejemplo, se puede obtener ácidos grasos omega-3 desde la ingesta de aceite de linaza, aceite de krill, aceite de oliva, bacalao, brócoli, cangrejo, espinacas, nueces, ostras, salmón, sardinas, semillas de chía, semillas de lino, semillas de calabaza o tofu. Y en caso de necesitar o apostar por la suplementación, no todo lo bueno está en la farmacia; muchos y fantásticos productos se encuentran a través de personas o empresas que hacen de la venta directa su «modus vivendi», y son muchos mejores (y así lo atestiguan sus certificaciones) que los que nos dan a conocer por medio de la publicidad o el mercado tradicional.