Que la relación de que la alimentación puede ser un factor clave en la aparición de un cáncer es tan antigua como la humanidad misma; tan sólo queremos recordar aquellas palabras de Hipócrates, en las que decía que: «Que la comida sea tu alimento y el alimento tu medicina». Además, recientemente, concretamente en las últimas décadas, aparecen numerosos estudios y pruebas científicas consistentes demostrando que un alto consumo de diversas frutas y verduras y de cereales integrales, ricos en fibras y compuestos antioxidantes, reducen el riesgo de numerosos tumores; del otro lado están las dietas con una elevada proporción de carnes conservadas, de carnes rojas (ternera, cerdo, oveja, caballo) y de alcohol aumentan el riesgo de diversos tumores.
Y es que los datos no dejan lugar a las dudas… Hoy en día, el cáncer representa la primera causa de mortalidad entre los hombres y la segunda en las mujeres. Los datos del año 2012, estiman que se habían producido 14 millones de casos nuevos y que habían fallecido 8 millones de personas por dicha enfermedad; y ya con el horizonte cercano del año 2030, se prevé que las muertes puedan ascender a 13,2 millones. Por lo tanto, estamos ante uno de los mayores problemas de salud pública del mundo.
Se suele escuchar hablar del cáncer como si se tratara de una entidad única, aunque engloba distintas enfermedades provocadas por múltiples factores. En el cáncer, se ven afectados los mecanismos genéticos de regulación y control del crecimiento y reproducción celular, provenientes de la exposición a ciertas condiciones ambientales y de estilo de vida; siendo una clara minoría los tumores producidos en base a factores genéticos hereditarios. Actualmente existen pruebas científicas sólidas que demuestran la asociación entre una amplia variedad de tumores y el tabaquismo, una alimentación inadecuada, la obesidad, la falta de actividad física, el consumo de alcohol, la exposición solar, los agentes biológicos como virus y bacterias, y la exposición a sustancias cancerígenas presentes en el ambiente o en el lugar de trabajo. Está claro, que ante el hecho de que la comunidad científica y las autoridades sanitarias se orientan «prioritariamente» a encontrar tratamientos farmacológicos curativos (más que a la prevención), la mayoría de los cánceres podrían evitarse, mayoritariamente, mediante un estilo de vida y un ambiente apropiados.
Es por ello, que las investigaciones más recientes han mostrado que mantener un estilo de vida saludable, consistente en seguir una dieta saludable, aportar suplementos nutricionales, consumir alcohol de forma moderada, no fumar, realizar actividad física diaria (caminar unos treinta minutos al día) y evitar la obesidad, reduce un 30 % el riesgo de cáncer de colon y recto, un 25 % el de mama y más del 40 % el de estómago. Es importante que todos dispongamos de la información que la ciencia nos proporciona. Por eso, y una vez más, te animamos a que mantengas una vida saludable, pues está claro que vale la pena.