Ahora que la ciencia permite medir nuestro campo electromagnético, ya no es tan extraño comprobar que muchos comportamientos de determinadas personas, son debidos a que alguna entidad se apega espiritualmente a una persona. Ese apego espiritual, que hasta no mucho sólo era apreciado por aquellos que se comunican por medio del esoterismo, no es otra cosa que una adhesión al cuerpo físico por parte de entidades durante un tiempo indefinido.
Pues bien, esas entidades que suelen pertenecer a personas fallecidas, aunque en muchas ocasiones suelen llevarse a cabo para ayudar, no es tan extraño que en otras muchas ocasiones se produzcan las peores pesadillas al llegar, incluso, a poder hacer daño tanto en la salud física como en la mental.
Podemos dividirlos, fundamentalmente, en apegos espirituales buenos y malos. Los buenos buscan consuelo, como queriendo vivir algunos aspectos físicos de la vida que un día tuvieron; otros no se dan cuenta que están muertos y quieren estar cerca de una persona viva; es decir, contactar de alguna forma en busca de ayuda, sin intención de dañar a la persona a la que se unen. Sin embargo, los más comunes dentro de los malos (que tratamos y alejamos en los talleres de Constelaciones Familiares que organizamos), suelen ser aquellos que quieren robar, y lo consiguen robando una gran cantidad de recursos, la energía de las personas vivas. Aunque en éste último apartado, también nosotros mismos podemos colaborar atrayendo apegos espirituales malos, como con el «juego» de la ouija (portales que se abren y permiten la entrada de ciertas entidades); o abusando de las drogas y el alcohol, lo cual no hace otra cosa que disminuir el aura natural de nuestro cuerpo; también, y cada vez más percibido por un buen número de personas, es el uso del bluetooth por medio de nuestros smartphones.
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