Van a cumplirse seis meses desde que la Corte Suprema de Justicia Europea, con sede en Luxemburgo, obligó a Google a disponer de un formulario para que todas aquellas personas, que por contenidos publicados online en los que saliesen perjudicados, pudiesen solicitar la eliminación de dichos comentarios, enlaces o cualquier archivo que los vinculase. El caso, que surgió tras el recurso al citado organismo por parte de Mario Costeja González, tras reclamar al buscador que eliminase un enlace de un antiguo anuncio, en el que se subastaban unos bienes suyos tras un embargo a causa de una deuda contraída con la Seguridad Social española, y que el interesado ya había liquidado.
Tras la sentencia que dice que «si a raíz de la solicitud de la persona afectada, se comprueba que la inclusión de esos enlaces es incompatible con la directiva (de protección de datos personales), la información como los enlaces que llevan a ella, deben eliminarse». A consecuencia de la misma, Google, decidió ofrecer el formulario, donde miles de personas llevaron a cabo su derecho, concedido por la justicia europea. Aunque, más tarde, y debido a presiones de algunos medios que protestaban por sentirse perjudicados con la eliminación de dichos enlaces, el buscador ha decidido dar marcha atrás. Así mismo, y al verse entre medias, ha decidido crear e impulsar un comité de expertos, con una gira por varias ciudades europeas (que arrancará en Madrid), para que ciudadanos y el comité lleguen a conclusiones, en teoría, beneficiosas para ambas partes.
Pues, como casi siempre,y en el caso de la reputación online, conviene más y mejor, prevenir y lamentar. ¿Por qué? Pues porque es un tema que, como os vengo comentando hace tiempo, cada vez adquiere más relevancia. Ya no es sólamente lo que somos… Cada día, nuestra reputación se hace mejor o peor con todo lo que nosotros aportamos a través del mundo online, y, nos guste o no, todo lo que aportamos y/o comentamos (principalmente a través de nuestras redes sociales), va sirviendo como material para crearnos nuestra imagen digital. No ya solo con las fotografías, post en blogs, videos, tuits y links que recomendamos, sino que mediante esa información que aportamos, otras personas pueden hacer comentarios, etiquetarnos, y por ello, hacer que nuestra imagen o presencia se convierta en positiva o negativa.
Hay datos que constatan que la huella que vamos dejando online, es cada vez más importante para determinados sectores (sobre todo si aspiramos a trabajar por cuenta ajena). Sirva como ejemplo, un estudio de Microsoft en USA, donde se ha comprobado que el 79 % de los que contratan a personas, busca y analiza la información que aparece online sobre los candidatos. Y no sólo se basan en la información profesional, sino que ya buscan e indagan para conocer más y mejor a los candidatos, a través de lo que ponen y/o hacen a través de las redes sociales. La mayoría consideran esa información tan primordial, que ha servido, en un 70 % de los casos, para rechazar a personas que optaban a algún puesto de trabajo.
Además, la reputación online, engloba más factores que la información que mostramos. Hay que tener claro, y desde un principio, que aunque todo parece gratis en el mundo de las redes sociales, todo lo que está online tiene un costo (programadores, técnicos, servidores, editores, etc), y las plataformas digitales deben de rentabilizar dichos costes. ¿Con qué? Pues con la información y los datos que aportamos al acceder a las mismas. También, debemos de hacernos cargo, que toda la seguridad en torno anosotros, no depende de terceros: es nuestra responsabilidad. Un 62 % de los encuestados dice que no modifica regularmente sus contraseñas de acceso. El 39 % no utiliza claves de bloqueo para sus smartphones. Un 33 % no hace uso de las opciones de seguridad en las plataformas digitales. Y eso, teniendo en cuenta que a un 25 % admite haber sufrido un hackeo en su cuenta de correo electrónico. Al 18 % le robaron o perdió su teléfono móvil. Y al 17 % le hackearon su cuenta en alguna red social.
Ya se que todo no es manejable y controlable al 100 %, pero si lo que sale o surge desde nosotros, lo hacemos con cierto tacto y cumpliendo las normas básicas, habremos reducido en un 50 % el riesgo de que nuestra reputación online sea perjudicial para nuestros propios intereses.