En la lejana sabana africana andaba perdido un león. Llevaba más de 20 días alejado de su territorio, y la sed y el hambre lo devoraban. Por suerte, encontró un lago de aguas frescas y cristalinas. Raudo, corrió a beber de ellas para paliar su sed y salvar su vida. Pero, al acercarse, vio su rostro reflejado en el agua.
– «¡Vaya! El lago pertenece ya a otro león», pensó, y aterrorizado huyó sin llegar a beber.
Sin embargo, la sed era cada vez mayor y él sabía que, de no Seguir leyendo