Se que algunos bastantes opináis (lejos de mí) de mi palabra, y frecuentemente utilizada: sociollistos. Sólo es la versión en asturianu de la unión de un socio y un listo. ¿Hasta ahí ningún problema, verdad?
Hoy vengo a reafirmarme, más si cabe aún, en la utilización de dicha palabra. En parte, porque creo que se sigue mirando hacia otro lado… ¡¡Sí tú!! Pues bien, resulta que viviendo en el paraíso, en ésta época tan magnífica, lo hago en el cuarto municipio y, además, de su «posible» poderío que le otorga tanta población, tengo la suerte de estar muy bien comunicado con el resto de habitantes del paraíso (eso quiere decir, con el 80 %, porque el resto siguen quedando lejos). Y ya dentro del municipio, tan sólo a unos escasos 4 km del centro administrativo.
En el municipio, para los foriatos (los de afuera), avisaros que aquí también existen tensiones territoriales. Y son serias, ya que casi la mitad de la población vive en el lugar que quiere independizarse y, por ello, gestionar sus propios problemas y sus bondades. Esas tensiones hace que los sociollistos se pongan nerviosos y, por ello, viene hoy el artículo. Aparte de mencionar que, últimamente, los grandes ¿líderes? sociollistos andan con barro judicial hasta la entrepierna, debido fundamentalmente al gran expolio cometido durante casi 40 años de desgobierno, y en el que sólo se puede contemplar una pequeña parte, como si de un iceberg se tratase.
Pues resulta ser, que dando un paseo, hace pocos días, por la zona con tensiones independientes, me doy cuenta que en una calle apartada y poco transitada, fue atacada de repente por varios badenes, con bastantes centímetros cuadrados de superficie, de asfalto, colocados para que las diligencias de hoy en día (nuestros coches) aminoren su velocidad. A lo que hay que sumar unos cuantos litros de pintura especial, para tal menester, pues en cada badén toca poner encima un paso para peatones. No he hecho el cálculo, pero creo que no más de 1.000 personas viven en esa zona. Por el contrario, toca relatar que, en la zona donde vivo, una zona rural cercana a la principal urbe del municipio, viven algo más de 2.000 personas y, sin embargo, parece ser que hubiesen llevado desde aquí el asfalto hasta el otro lugar. ¿Por qué? Pues cosas de los sociollistos, que por unos lugares hacen subir los caminos, y en otros los hunden en la misma proporción y medida. Aunque, quizás, como buenos mediadores (hace unas décadas) con aquellos herederos del régimen vertical, les hubieren inoculado el virus del pantano y, a día de hoy, estén planteando una serie de mini-pantanos…
Ni pies, ni cabeza. Eso es lo que resulta de unos sociollistos que cada cierto tiempo, sacan su famosa «ciudad astur» a la palestra, como cualquier emperador romano, hace siglos por cierto, que fagocitaba por todos lados para alimentar a la gran urbe de la época (Roma). Seguimos siendo un territorio, un país, que es lo que es gracias a su medio ambiente y a su Naturaleza, es decir, gracias a los prados y su jardineros (agricultores, ganaderos, marineros, etc), y no gracias al petróleo y sus derivados como el asfalto. Las lechugas siguen naciendo en la tierra, y no en las carreteras. Los huevos (hoy en día tan perseguidos como la cocaína o la heroína), se deben, en gran parte, a esa mezcla que llevan las pitas (las gallinas) en su interior, de materia orgánica e inorgánica (pequeñas piedras). Ya sé que sólo no puedo, ni debo cambiar el orden establecido; sin embargo, continuaré mirando para donde debo y, por ello, haciéndolo saber cuando me entre la republicana gana.