Cada vez que llega un nuevo año, la inmensa mayoría de las personas llenan su boca, y su mente, de multitud de deseos con los que quedar bien en su zona de influencia ¿de acuerdo? No es que sea especial, yo también he formulado muchos sin pensar y, por supuesto, sin congruencia ninguna que nunca se convirtieron en realidad. Y es que mientras no pensemos, y visualicemos, de verdad, el consumo como lo que es: un acto político… Poco camino avanzaremos.
Y es que las formas alternativas de consumo ayudan a visibilizar el entretejido de dependencias mutuas y las estructuras de poder que están por detrás del sistema de producción del sistema capitalista y que, en el mundo globalizado actual, tiene como protagonistas a las grandes transnacionales, tanto en la producción como en la distribución. Por eso, lo pensemos o no, cada vez que efectuamos una compra de cualquier objeto, producto o alimento estamos decidiendo políticamente que sucede en algún lugar de nuestro planeta. Si el dinero llega a determinado lugar, si llega en su justa medida, si ese lugar sufrirá consecuencias para su desarrollo, etc, etc. Y es que después de que la mayoría hayamos sido «convencidos» de que comprar en un hipermercado solo nos aporta ventajas (más productos, mejores precios, facilidad para acudir en el vehículo, disponibilidad de ocio, etc), ¿cómo se hace para que los ciudadanos busquen alternativas de consumo más sostenibles y solidarias, sea en las tiendas de barrio de toda la vida o en las iniciativas y experiencias de todo tipo que están surgiendo desde lo llamado Economía Solidaria?
Cada vez se conoce y se acepta más a las cooperativas o grupos de consumo que llevan años funcionando y que, además, establecen relaciones de confianza entre consumidores y agricultores o productores; puesto que se eliminan intermediarios y se venden cestas de comida directamente a los hogares (la mayor parte proporciona un lista de productos de consumo con miel, lácteos, huevos, embutidos, vino, etc.). Pues existe otra industria, creada allá a mediados del siglo pasado, que también ofrece productos directamente a los clientes finales y que, si bien aumenta su presencia en número de empresas y clientes cada año, suele ser vista como algo extraño, cuando no se echa encima algún que otro grupo de poder internacional con ánimo laceroso (por ejemplo la industria de la enfermedad y las farmacéuticas). Estoy hablando de la Industria del MLM y la Venta Directa, que con una facturación superior a la Industria del Cine a nivel mundial, suele ofrecer, en su mayoría, productos destinados a la salud y el bienestar, aunque en los últimos años ya se vienen ofreciendo otros como seguros, electricidad, telefonía móvil, etc, etc. Quizás el único «pero» pueda ser que en la mayoría de los casos el producto viaja desde lugares un poco lejanos, lo que también redunda en la creación de puestos de trabajo en sus fábricas y en medios de transporte y logística para que el producto llegue a nuestras manos en pocos días. ¿Y lo positivo? Pues que recibes, sin intermediarios, productos de altísima calidad a un precio razonable (no suelen invertir en costsas campañas de publicidad) y, por supuesto, lo mejor es que llegas a recibir comisiones de clientes satisfechos de sus compras cada vez que las realizan (en dinero contante y sonante en tu cuenta bancaria). Muchos de productos básicos de limpieza personal y nutrición los consigo a través de una empresa alemana que tiene más 1000 productos en su catálogo. Y, por supuestoo, siempre que tengo opción sigo adquiriendo los productos básicos a empresas y productores cercanos con mucho gusto.