Dicen que delegar, sobre todo dentro del ámbito laboral, es algo que suelen hacer las personas que ocupan puestos de cierto peso dentro de la empresa, para que otras personas subordinados realicen ciertas tareas. Sin embargo, eso que en la teoría es algo tan sencillo, no suele llevarse a cabo con mucha frecuencia. Y eso que, casi todo el mundo suele coincidir, que cuando se delega se obtienen varios beneficios; así se mejora la productividad, se logra que los empleados puedan mostrar todo su potencial, se aumenta la motivación, se produce una disminución notable del estrés del grupo de trabajo, se consigue crear sensación de equipo, se logra que haya un mayor compromiso con la entidad, etc, etc.
Pero ¿delegas o no delegas? Pues para salir de la duda, vamos a enumerar los procesos que una persona lleva a cabo cuando no delega o no sabe delegar. Así:
– Le molesta que los empleados tomen decisiones sin consultar… A pesar de que decida tomar las mismas.
– Pasa demasiado tiempo demostrando a los empleados cómo deben de hacer sus tareas.
– Delega en tareas de bajo nivel que continúa supervisando muy de cerca.
– No da a los empleados margen de referencia suficiente que les permita sentirse en control.
– Castiga cada error, dando a entender al empleado que es incapaz de llevar a cabo las tareas encargadas.
– Intenta hacer su trabajo y el trabajo de los empleados, porque claro, él sabe más que ellos.
– No comparte la responsabilidad de la ejecución de los proyectos sobre los cuales trabaja el equipo.
Y, seguramente, podrían apuntarse alguna que otra opción más ¿verdad?
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