Todos, quien más y quien menos, sabe que la corrupción es un secreto abierto conocido en todo el mundo y que, más allá de casos sensacionalmente descubiertos y lanzados al aire por los medios de información, es algo sistémico y que se está extendiendo. Es sabido que más de dos tercios de los países se consideran endémicamente corruptos de acuerdo con Transparencia Internacional. Pero la corrupción en el sector de la salud es más peligrosa que en cualquier otro sector, porque es literalmente mortal…
Y es que cada año se estima que la corrupción en el sector de la salud, se lleva por delante la vida de al menos 140.000 niños, contribuye a empeorar la resistencia antimicrobiana y, de paso, debilita todos nuestros esfuerzos para controlar las enfermedades transmisibles y no transmisibles; y casi todo lo anterior viene porque la corrupción dentro de la salud es una pandemia ignorada. Y no son palabras ni datos aportados por mí, sino por medio de la doctora Patricia Garcia Funegra, exministra de salud del Perú (entre otros cargos), quien añade que la corrupción está integrada en los sistemas de salud y el fraude que implica, en el sistema de atención de salud en su conjunto, incluidas sus comunidades académicas y de investigación, es una de las barreras más importantes para implementar la cobertura universal de salud; sin embargo, esta corrupción rara vez se discute, y mucho menos se aborda de manera significativa. Quien quiera puede adentrarse y profundizar mucho más en el artículo que escribió estas palabras en The Lancet, bajo el título «Corruption in Global Health – The Open Secret», con fecha del pasado día 7 de diciembre de 2019.
Y es que la mala conducta científica, la cual no sale en los noticiarios alrededor del mundo, puede tener un impacto muy real en nuestra salud o en la persona que queremos, ya que los médicos utilizan habitualmente investigaciones publicadas para implementar o alterar los protocolos de tratamiento. Sirva como ejemplo el estudio fraudulento de beta bloqueadores por parte del doctor Don Poldermans, que se sospecha que causó la muerte de hasta 800.000 europeos, porque su estudio tuvo una profunda influencia (fue el presidente del comité que redactó esa directriz), ya que sirvió de base para establecer el uso de betabloqueantes en pacientes de cirugía no cardíaca como «atención estándar»; más tarde fue despedido por mala conducta científica en 2011. Por ello, y a pesar de todos los avances científicos que hemos recibido durante el siglo pasado, la medicina moderna todavía deja mucho que desear, y la mayor parte debido a que la corrupción. Más información publicada al respecto, aparece en el libro «Muerte por la medicina moderna», donde la doctora Carolyn Dean habla sobre cómo, durante más de un siglo, el tratamiento de los síntomas con medicamentos ha dominado la definición de «atención médica»; un paradigma deliberadamente planeado y manipulado que ha sido empaquetado y vendido a través de:
– la metodología de pago de la industria de seguros, que no reconoce la atención nutricional o los enfoques naturopáticos probados para la atención médica
– la publicidad directa de drogas al consumidor
– influir en los médicos y otros proveedores de atención médica a través de obsequios, honorarios por hablar y apoyo financiero para programas de capacitación, que es simplemente otra forma de publicidad
El resultado final es una industria de enfermedades que mata a una enorme cantidad de personas cada año. Se estima que en el mundo se gastan más de 7 billones de dólares en servicios de salud y que, al menos, el 10-25 % del gasto mundial se pierde directamente a través de la corrupción, lo que representa cientos de miles de millones de dólares perdidos cada año. Por lo que debemos de poner especial énfasis en cuidar, proteger y nutrir a nuestro cuerpo, el cual es nuestra único hogar en el que vamos a vivir todo nuestra vida; pero sin dejar esa responsabilidad en manos de terceras personas ¡¡es nuestra responsabilidad y obligación!!