Llega, como todos los años, el primer día de agosto. Una fecha clave en el hemisferio norte, para la inmensa mayoría de las personas. Esto es, comienzan las vacaciones de verano, y hay muchos (los que pueden) disfrutarán sus días al sol ¿verdad?
Nos preocupamos si hará buen tiempo o no… Pero pocas veces, reflexionamos en serio acerca de las necesidades solares de nuestro cuerpo, y por lo tanto de nuestra vida. Seguro, que muchos, dirán que con tal de llegar moreno, al trabajo a la vuelta, y que se fastidie quien no haya podido… Pues bien, aparte del factor estético, en nuestra sangre existe un componente muy similar al colesterol, que se transforma en vitamina D cuando tomamos el sol.
¿Y para qué necesitamos vitamina D? Pues en el campo de la nutrisalud, hace mucho que se sabe que la vitamina D tiene un papel importante en la regulación de los niveles de calcio (raquitismo, osteoporosis). Pero también se ha descubierto que la vitamina D, puede activar los genes promotores de la salud mientras que suprime los genes malos (especialmente los oncogenes, un grupo de genes que promueven el cáncer). Además, la vitamina D como antioxidante, quienes reciben una mayor cantidad de sol experimentaron una reducción de un 50% de cáncer de próstata comparados a los que recibieron un mínimo de sol (según un estudio de Cancer Research).
Además, se sabe que la luz solar hace que las personas se sientan alegres. ¿Has oído hablar del trastorno afectivo estacional (TAE) o la depresión invernal? Pues es una clase de depresión, que ocurre al mismo tiempo cada año; es decir, comenzando en el otoño y durando hasta la primavera (causa una disminución de energía, y te hace sentir temperamental, frecuentemente sin ninguna razón).
¿Y qué sucede con la exposición desmesurada y prolongada al sol? Primero recordar que existen dos longitudes de onda de la radiación ultravioleta que debemos conocer: UVA y UVB. La producción de vitamina D requiere radiación UVB (la cual es bloqueada por la mayoría de los protectores solares). Y luego están los rayos UVA, que no son bloqueados por la mayoría de los protectores solares (son los más peligrosos para la mayoría de tipos de cáncer de piel). Resumiendo, que al usar un protector solar estás reduciendo tu nivel de vitamina D y, por ello, hecho muy poco para reducir tu riesgo de cáncer de piel.
Entonces ¿qué tenemos qué hacer? ¿Nos ponemos como los lagartos todo el día al sol? ¿Es malo exponerse al sol? Ni uno, ni lo otro. La mayoría de las personas solo necesitamos pasar un corto tiempo al sol para mantener niveles saludables de vitamina D (unos 20 a 30 minutos cada día). Una vez que una persona haga suficiente vitamina D, cualquier cantidad extra es convertida en substancias inactivas. Si se almacena suficiente vitamina D durante el verano, esta generalmente es suficiente para los meses de invierno. Eso si, conviene hidratarse suficientemente todos los días, y en verano mucho más. Tampoco es aconsejable ponerse cuando más calienta. Recordad que en verano, tenemos más horas de luz y podemos disponer de ella cuando menos rayos UVA emita el astro rey. O bien, comprobar realmente, si nuestro protector solar nos protege de ellos. Ya sabéis que la vida sin el Sol no sería posible.