Una vida plena y feliz.
Ya llevo unos días como que me cuesta ponerme a escribir… Pero ya está, sé de quien es la culpa: las fiestas (jajaajjajaja).
Y me cuesta ehhhhhh. Pero, ya en serio (jajajajjajaja), voy a poner los dedos en el teclado y teclear. No os voy a desear lo típico de las fiestas en curso, y no porque sea un grosero, o porque no me gusten las fiestas (quien me conoce puede opinar, y el resto también), sino porque ya debeis de tener tantos deseos de felices fiestas que, quizás, uno más os pueda empachar.
Sin duda alguna, os deseo que tengais y disfruteis de una vida plena y feliz. Y sí, primero plena y luego feliz. Ya que creo, que si estás en plenitud serás feliz, y al revés… Bueno, dejémoslo ahí, por el momento. No puedo dejarlo, por lo que acudo al diccionario y compruebo que es mucho mejor estar en plenitud que disfrutar de felicidad. ¿No os lo creeis? Pues ahí va; la felicidad es un «estado de ánimo que se complace en la posesión de un bien», y la plenitud es la «totalidad, integridad o cualidad de pleno». El entrecomillado, es tal cual están definidas las palabras en el diccionario. Y está claro, que par ser feliz necesitas de «algo», por lo que una vez ese «algo» no lo tengas o disfrutes ¿seguirás siendo feliz?
No es para ponerse filosófico, aunque deberíamos de hacerlo más a menudo. Claro que, entiendo que es mucho más fácil ser o estar feliz que en plenitud. Porque en estos tiempos, la definición de plenitud (totalidad, integridad y cualidad) nos lleva más tiempo del que quizá nos podamos permitir ¿cierto? Y más si cabe, cuando todo, o casi todo, lo llevamos al exterior; es decir, hacia fuera de nosotros mismos. Y, en ésta época, lo que nos demanda la vida es todo lo contario: que vayamos hacia dentro de nosotros mismos. ¡¡Qué contradicción!!
Y voy a quedarme sólo con la palabra «integridad»… Mejor con la que lo define: «íntegro» (que no carece de ninguna de sus partes). Y reconozco que suena y sigue soñando extraño, sobre todo cuando leemos su definición. Además, desde tiempos inmemoriales, nos han implantado que debemos de creer en algo externo. Sin embargo, aunque muchos lo han dicho, nos cuesta muchísimo creer en nosotros mismos ¿verdad? Nos han repetido una y otra vez que sin algo grandioso (y externo) no somos nada, o muy poca cosa. Que si los desastres naturales, que si las guerras (en nombre, la mayoría, de cualquier dios), que si la herencia genética… ¿Y a tí? De verdad, y tómate tu tiempo, ¿qué te parece? Porque de 365 días que tiene el año, y sólo unas pocas horas para tus seres queridos (aunque la mayor parte se pasen comiendo y bebiendo). ¿Te has dedicado tan sólo una hora éste último año? ¿Vas bien? ¿Vas cómodo? Ya, ya lo sé, que es el ritmo de la vida ¿verdad? Pues te diré que no es así… sal de la rutina, de la ciudad y, si te es posible, acércate a la Naturaleza, y verás que hay otro ritmo y que, causalmente, no va a toda marcha.
Si has llegado hasta aquí, creo que debo de dejarte ya tu espacio y que hagas lo que tienes que hacer. Que, vuelvo a repetir, haciendo lo mismo no suelen suceder cosas distintas. Por eso, y dentro de la rutina de la mayoría, suelen acaecer esos imprevistos y sorpresas… Para que te detengas un poco de tu tiempo, contigo mismo. Desde mi humildad, te digo que merece la pena. Y sea lo que sea, ¡¡acéptalo!! Todo está en su momento evolutivo… ¿Y tú?
Que, repito, disfrutes de una vida plena y, por ello, feliz.